lunes, 13 de marzo de 2017

Repercusiones de la evolución

HOW EVOLUTION SHAPES OUR LIVES
ESSAYS ON BIOLOGY AND SOCIETY
Dirigido por Jonathan B. Losos y Richard E. Lenski
Princeton University Press, 2016
No tenemos dificultad para pensar en la evolución como algo sucedido en el pasado, que ocurrió en la naturaleza y cuya repercusión en la sociedad resulta irrelevante desde la óptica temporal de una vida humana. Como algo perteneciente a un tiempo remoto, para ser recordado en museos, donde se exponen los hitos principales a través de restos fósiles de faunas y floras que vivieron, por lo común, hace decenas o cientos de millones de años. La ciencia, sin dejar de encarar el pasado y el futuro, se mueve por otros derroteros y también nos da a conocer la naturaleza real de la evolución en su nivel más determinante, el molecular.
El campo de la evolución molecular se ocupa de los cambios evolutivos que operan en los genes y genomas, así como de las fuerzas subyacentes que gobiernan esos cambios. Los estudios en curso sobre evolución molecular son, casi en exclusividad, retrospectivos, centrados en las mutaciones que se fijaron antaño. Ahora bien, puesto que solo ha quedado fijada una mínima fracción de todas las mutaciones que se han producido durante la evolución, se nos presenta un curso sesgado e incompleto del proceso evolutivo. Con el fin de obviar esa limitación, hay que abordar el panorama entero de adaptación de un gen y así comprender, prospectivamente, las oportunidades y las necesidades en la evolución. El efecto de una mutación sobre el fenotipo depende a menudo de la presencia de mutaciones adicionales. Este fenómeno, conocido como epistasis, explica las interacciones letales sintéticas, en las que una combinación de dos mutaciones individualmente viables provoca la muerte, y las interacciones de compensación, en las que el coste en adaptación se reduce por una segunda mutación. La epistasis desempeña un papel principal en la evolución: determina la accesibilidad de vías mutacionales y, por consiguiente, influye en la tasa de adaptación, así como en la diversidad y robustez de las variantes genéticas. No obstante, se sabe muy poco sobre la distribución espacial de esas interacciones en el interior de los genes. El enorme espacio mutacional de un gen típico plantea un reto considerable a la caracterización de los panoramas de adaptación. Por ejemplo, hay un total de 4100 (del orden de 1060) variantes posibles de un gen de ARN de 100 nucleótidos, y un total de 20100 (del orden de 10130) para una proteína de 100 aminoácidos.
En este libro se exploran las implicaciones de esa realidad en la vida y en la sociedad humanas. Veintitrés ensayos que explican por qué comprender la evolución es crucial para abordar el cambio climático, asegurar el suministro de alimentos, proteger la salud y la supervivencia, conocer al hombre y su comportamiento ligado al lenguaje. Aborda la función de la evolución en el envejecimiento, la cognición, la cooperación, la religión, los medios, la ingeniería, la ciencia de la computación y otras muchas áreas. De la evolución humana a la evolución de la resistencia a los antibióticos, de la evolución cultural a la importancia cultural del pensamiento evolutivo. La tecnología, las instituciones y el lenguaje que conformaron las sociedades actuales reflejan procesos de evolución cultural que emergieron de su contrapartida natural gracias a la celeridad y flexibilidad de los sistemas culturales.
Cuando Charles Darwin publicó The descent of man en 1871, empleó el método de comparación para explicar el sentido de nuestra especie. Esto es, atendía a las semejanzas y diferencias en la aparición de la conducta de los humanos y de nuestros parientes próximos para indicar cómo llegamos a ser. En su tiempo se habían descubierto huesos de neandertales, pero no se conocían entonces restos fósiles de homínidos. Ahora contamos ya con un amplio muestrario de homínidos fósiles. Los seres humanos son los únicos representantes vivos de un linaje, los homininos, que divergieron de otros primates hace entre seis y ocho millones de años. Los homininos quedaron confinados en África durante unos dos tercios de su historia. Con un cuerpo y un cerebro del tamaño de los de un chimpancé, los primeros homininos se diversificaron en linajes diversos con distintas estrategias alimentarias. Uno de ellos siguió el camino que llevaba a la creación de la técnica, la compartición del alimento, la caza y la recolección; dio origen al género Homo hace entre dos y tres millones de años.
Conforme las poblaciones de Homo se dispersaron por el mundo, fundaron poblaciones regionales con sus propios rasgos anatómicos y genéticos distintivos. En el curso de los últimos 100.000 años, una dispersión masiva de humanos fuera de África absorbió y sustituyó a esas poblaciones preexistentes. Los humanos continuaron en su evolución. Pero comenzaron a domeñar el poder de esa evolución mediante la mejora selectiva de plantas y animales para su alimentación, materiales para su indumentaria y transporte. La emergencia de la agricultura cambió el entorno y guio la evolución consiguiente.
La evolución aplicada a la salud es un fenómeno bastante nuevo. Durante muchos años, la ciencia creyó que la evolución favorecía a parásitos y patógenos que fueran inocuos para sus huéspedes. Desde esa perspectiva, un parásito muy violento sería una aberración transitoria, indicativa de un patógeno que habría saltado a un nuevo huésped y que, con el decurso del tiempo, evolucionaría hacia una forma menos virulenta. Pero esa tesis ha sido puesta en cuestión. Los antibióticos que sistemáticamente han venido desarrollando investigadores y laboratorios farmacéuticos para tratar las infecciones bacterianas fueron aclamados como el triunfo de la técnica sobre la naturaleza. Hasta hace escasos decenios, no se vencieron las infecciones peligrosas en los países desarrollados. Esa situación pacífica se alteró en los ochenta del siglo pasado con la epidemia del sida. La sociedad asiste a la aparición de enfermedades emergentes y reemergentes, que amenazan a todos los países, incluidos los avanzados: virus SARS, virus H5N1 y cepas bacterianas resistentes a los fármacos.
¿Cómo hemos llegado los humanos a ser la especie dominante sobre la Tierra? La agricultura, la medicina y otras innovaciones tecnológicas son elementos innegables de esa historia. Pero el desarrollo de la técnica dependió de la emergencia de otros rasgos, incluidos el lenguaje y la cultura, que permiten la comunicación entre individuos y a través de generaciones.

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