miércoles, 15 de marzo de 2017

De primitivos a humanos

Homo sapiens conquistó casi todas las regiones climáticas de la Tierra. Sin embargo, su verdadera historia de éxito comenzó cuando se convirtió en sedentario. Al parecer, el sentido social determinó más el devenir de la especie humana que su inteligencia abstracta.

Imaginemos por unos momentos que nos embarcamos en una máquina del tiempo para viajar medio millón de años en el pasado, hasta la época de nuestros antecesores en la sabana del este de África. Hemos llegado. ¿Qué nos encontramos? La fauna se asemeja a la actual: ñus, gacelas, jirafas y otros animales ungulados se desplazan por llanuras cubiertas de hierba; asimismo, leones, guepardos y demás depredadores andan en busca de una presa. También nos topamos con una pequeña comunidad de homínidos Homo erectus.
Esos hábiles bípedos recolectan frutos, plantas y raíces comestibles. Cazan en grupo y desarrollan complejas estrategias con el fin de hacerse con su presa. Quizá se comunican entre ellos con una lengua rudimentaria. Se comportan como una horda de cazadores con una capacidad inusual, al menos en comparación con el resto de los seres vivos, ya que resisten sin dificultad las altas temperaturas diurnas. Sus pies se adaptan a la marcha y a la carrera veloz. Con precisión escogen los animales adultos sanos que prometen ofrecer carne en abundancia. Separan estos ejemplares de la manada, los persiguen y les arrojan piedras y lanzas con gran fuerza y buena puntería hasta matarlos. Por otra parte, se defienden de hienas, buitres y leones, alejándose de su presencia mientras cortan el suculento trofeo.
Gracias a sus facultades físicas y mentales, Homo erectus ocupó un nicho ecológico libre hasta entonces: se extendió por toda África, Europa y Asia. No obstante, ese nicho no se mantuvo estable, puesto que durante los últimos cinco millones de años se alternaron períodos súbitos de frío y calor. El clima de una región podía cambiar de forma repentina en el transcurso de solo unas pocas décadas. En el punto álgido de los períodos preglaciares llovía en África más que hoy en día; en la región de la actual sabana del África oriental crecían densas selvas. Al mismo tiempo, el Sáhara y el desierto arábigo se convertían en extensos herbazales. Solo aquellos organismos que sabían adaptarse o bien evitar las condiciones adversas tenían la oportunidad de sobrevivir.

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