Nuevos resultados sugieren que la vida en nuestro planeta pudo haber comenzado mucho antes de lo que se pensaba.
¿Surgió la vida en la Tierra tras un período relativamente largo de evolución planetaria o apareció poco después del nacimiento de nuestro mundo? La respuesta podría hallarse en un trabajo publicado el año pasado en Nature por Allen P. Nutman, de la Universidad de Wollongong, y otros investigadores.
Los autores analizaron varias rocas de 3700 millones de años de antigüedad pertenecientes al cinturón de rocas verdes de Isua, en Groenlandia. No es allí donde los paleobiólogos esperarían encontrar rastros de vida, pues no se trata de rocas de origen sedimentario —como las que albergan la mayor parte del registro fósil—, sino metamórficas; es decir, rocas intensamente deformadas por el calor y la presión durante su enterramiento profundo. Sin embargo, Nutman y sus colaboradores encontraron una rareza: en un pequeño afloramiento que había quedado al descubierto por la fusión de la nieve, hallaron rocas que habían sobrevivido al paso del tiempo geológico conservando intactos algunos de sus rasgos sedimentarios primigenios.
En esa diminuta ventana hacia el pasado hay sutiles indicios que sugieren un antiguo entorno superficial sorprendentemente parecido a los que sabemos aptos para la vida. Las rocas muestran rizaduras y apilamientos de fragmentos rocosos depositados durante antiguas tormentas. Si a ello sumamos una química mineral propia del agua de mar, todo apunta hacia un ambiente marino poco profundo de precipitación de carbonatos, similar a los que han albergado una abundante biota a lo largo de la historia de la Tierra.
Pero, además, en las rocas se observan estructuras que recuerdan a estromatolitos: formaciones laminadas originadas a partir de una acreción de sedimentos derivada de la acción microbiana. El hallazgo de estromatolitos en semejante contexto no tendría nada de sorprendente si las rocas fuesen 500 millones de años más jóvenes. Los estromatolitos fósiles son bien conocidos por quienes estudian rocas con edades comprendidas entre los 3500 y los 500 millones de años, un extenso período en el que la biosfera de nuestro planeta fue casi exclusivamente microbiana. Los actuales se localizan en una variedad de entornos, como zonas marinas someras, fuentes hidrotermales y ambientes lacustres, entre los que se incluyen los lagos cubiertos de hielo de la Antártida.
El problema reside en que las estructuras con aspecto de estromatolito pueden también formarse sin la mediación de organismos vivos, lo que dificulta de manera considerable su interpretación. Además, cuanto más vetusta es una roca, menos estromatolitos muestra y peor se conservan estos, lo que complica el análisis.
¿Vida ancestral? Un trabajo reciente ha hallado posibles indicios de vida microbiana en rocas de 3700 millones de años de antigüedad. Las muestras obtenidas (imagen) presentan estructuras cónicas similares a estromatolitos, formaciones sedimentarias causadas por la acción de microorganismos. [ALLEN NUTMAN]